miércoles, 2 de febrero de 2011

1ª Etapa Covadonga (Oviedo) – La Gargantada


Desde que fui peregrinando a Santiago el año pasado con el club de montaña La Fresneda no había vuelto a coincidir más con ellos y me comentaron que a principios de año realizarían una peregrinación desde Oviedo a Covadonga, que como no me apuntaba, que participarían muchos compañeros con los que fui a Santiago, así que no lo dude ni un momento y me apunté, la verdad es que para lo poco religioso que soy últimamente parezco todo un fraile, con todo mi respeto hacia los frailes si es que todavía los hay que no tengo ni la más remota idea.
Yo llevo casi diez años mas o menos haciéndola, al principio en solitario y últimamente con algún que otro amigo pero siempre la hacemos desde Gijón, se la recomiendo a todo el mundo es preciosa, pero no la tengo colgada en el blog porque los dos últimos años la hicimos en bicicleta, pero este año que toca andando prometo colgarla.
A eso de las nueve menos cuarto de la mañana del día 30 de enero del 2011 llego al club de la fresneda que sería nuestro punto de salida, y como presta volver a ver a todos los compañeros que hicieron el Camino de Santiago, no los había vuelto a ver más desde entonces, así que después de los besos abrazos y risas a las 9 de la mañana emprendemos camino en el autobús hacia el pueblo de Covadonga (Oviedo) que está un poco más arriba del cementerio de los Arenales en el mismo Oviedo, con un día oscuro de invierno y con muy malas perspectivas emprendemos nuestra caminata.
La ruta empieza justamente desde la Capilla de Covadonga situada a la derecha donde podemos encontrar un panel indicándonos el comiendo de dicha ruta, los primeros metros discurren por carretera, para desviarnos al poco tiempo hacia la izquierda, junto a las casas de El Calero, tras pasar una fuente con su lavadero llamado La Mermeya, aquí tomamos una desviación a la derecha para alcanzar el caserío de Los Llanos para al poco tiempo llegar a La Llovera.

Los primeros metros del día, antes de coger el sendero.




Un auténtico paisano de gran amabilidad, que nos decía si estábamos chiflaos al caminar con este día




En este punto entre la niebla que había a lo lejos y lo negro que estaba el cielo no pudimos disfrutar mucho del paisaje y con las fotos se hizo malamente lo que se pudo ya que más o menos por esta zona nos empezó a llover y no nos abandonaría ya en toda la jornada. Al poco el sendero por el que veníamos termina en un cruce de carreteras en el que continuamos al frente en dirección a las antenas de La Grandota, toda esta etapa no tiene en ningún momento perdida alguna ya que está perfectamente indicada en todo momento.
Proseguimos bordeando la cima en muy suave caminata hasta llegar al caserío de Los Campos por un camino llamado del Escobal y que no abandonaremos mas hasta llegar a la pequeña aldea de La Paranza, en esta aldea que es límite de los concejos de Oviedo y Siero, encontramos a un simpático paisanín (ver foto) totalmente abrigado con bufanda gorro cazadora y por supuesto con zapatilles y madreñes que es como toda la vida se caminó por los pueblos y nos comentaba que había que estar chiflaos para ir caminando con el día que hacia, la verdad que el pobre hombre en parte tenía toda la razón, todo un personaje aquel hombre y de gran amabilidad.
En esta pequeña aldea de La Paranza hubo en el siglo XVI una malatería en la que se acogían los enfermos de lepra de los concejos de Oviedo, Siero y Langreo.
Proseguimos ahora y sin poder cerrar el paraguas por una cordal bien marcada y de poca altitud donde coronamos un pequeño collado de unos 500 metros dejando a la izquierda la cumbre de Santo Medero (525m), en este punto hacemos una pequeña parada para agruparnos todos y comer algo de fruta y echar un trago. Al descender este collado encontramos algún caserío abandonado y las ruinas de una pequeña ermita.
Continuamos ahora descendiendo hacia las casas de La Teyera y La Bobia, desde este punto ascendemos hasta llegar casi al vértice geodésico del Candaval (518m) el cual podíamos apreciar muy cerca, en este punto en concreto nos sorprendió una buena granizada que al poco nos abandonó para proseguir lloviendo el resto del camino, este punto concretamente por el que estábamos pasando, está situado sobre los túneles de carretera AS-17 de Siero a Langreo.
Continuamos nuestro camino y entramos a las afueras del bonito pueblo de Molledo y como se nota que les tocó la lotería hace muy poco menudos chales hay a la entrada del pueblo, quien lo vio y quien lo ve, me alegro por ellos. Por suerte cuando entramos ya en el pueblo de Molledo encontramos abierto el único bar del pueblo, en el cual solo había una persona tomando un vino y de repente entramos 35 peregrinos como energúmenos (eso si muy educados) a pedir como locos, que si cervezas que si cafés, que si caldos, el probe señorin que ya estaba entrado en años con mucha amabilidad y paciencia nos fue atendiendo a todos con toda tranquilidad como tiene que ser, un señor encantador.
Después de tomar una buena cerveza bien fresca y comido unas rosquillas exquisitas echa por uno de los peregrinos el cual tuvo el gran detalle de cargar todo el camino con una caja de ellas echas por el mismo que luego repartió entre todo el grupo, un gran detalle y un gran repostero, si señor.
Desde Molledo ya es todo suave descenso y llaneo hasta el final de la ruta, continuamos unos 800 metros por la carretera local de Molledo para de nuevo coger un camino ganadero que cruza el arroyo del Lavadero, el cual bajaba con tanta agua por lo que llovió estos días que casi ni se apreciaba el pobre lavadero, por este camino también podemos apreciar los restos de lo que fue en su día el molín de los Bayos, al poco salimos a la carretera AS-246 donde en muy poco tiempo nos llevará hasta la Gargantada, donde nos estaba esperando Ricardo con el autobús para volver de regreso a La Fresneda.

Pablo Lara.
Tiempo: 4 horas y media.
Kilómetros: 17 aprox.
Dificultad: Ninguna.

Las zonas de barro con el mal tiempo que hacía eran abundantes.




Entrando en el concejo de Noreña.




Ayudándonos unos a otros para intentar evitar el barro, cosa que fue casi imposible.

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